La inflación fue de 2,2% en enero y quedó por debajo del 3% por cuarto mes consecutivo. Si bien los números siguen siendo altos para los estándares de la región -en un mes en Argentina, los precios suben lo mismo que en un semestre en Brasil o Uruguay-, la inestabilidad e incertidumbre que caracterizaron a nuestra economía en los últimos años se moderaron.
En este marco, tiene sentido preguntarnos las variables que ayudaron a contener la suba de precios y cómo seguirán este año. Dos motores inflacionarios se atenuaron en la segunda mitad de 2024, y parecieran extenderse en el arranque de 2025: un dólar calmo y menores ajustes de tarifas de servicios públicos (electricidad, gas, agua, transporte, etc.).
En este último caso, la suba del IPC de Servicios públicos -construido a partir de los números que publica INDEC- pasó de moverse al 15% mensual en la primera mitad del año pasado al 5% entre julio y septiembre y al 3% entre octubre y enero. De esta forma, pasó de subir 5 p.p. por encima del Nivel general de precios entre enero y junio de 2024, a 1 p.p. entre julio y septiembre y 0,5 p.p. entre octubre y enero 2025. Como resultado, aunque sigue siendo un impulsor de la suba de precios, el ajuste en Servicios públicos restó presiones en los últimos meses.
Por el lado cambiario, el giro fue todavía más significativo. Luego de la devaluación de diciembre 2023 y ciertos movimientos en la brecha durante la primera mitad del año pasado, el tipo de cambio paralelo pasó de 1.400 ARS/USD en julio 2024 a menos de 1.100 ARS/USD en diciembre y 1.200 ARS/USD en la actualidad. Considerando que 2 de cada 10 dólares surgidos por exportaciones de bienes se venden al MEP o CCL, esta apreciación generó que el “tipo de cambio exportador” subiera menos de 7% en los últimos seis meses, ayudando a contener la inflación.
En números, Alimentos y bebidas no alcohólicas, capítulo más representativo del segmento exportador, pasó de subir al 9% mensual en la primera mitad del año pasado al 3% entre julio y septiembre y 1,5% entre octubre y enero. En consecuencia, el otro gran motor inflacionario, además de su componente más regresivo, en tanto se encuentra sobrerrepresentado en la canasta de consumo de los sectores de menores recursos se desinfló en los últimos meses.
Hacia adelante, la suba de tarifas no sería un factor de presión, ya que el aumento de producción de Vaca Muerta permitirá seguir reduciendo los costos de generación y distribución de energía, achicando así el gasto en Subsidios económicos sin necesidad de ajustar las tarifas. Asimismo, considerando que el objetivo fiscal de este año demandará menores esfuerzos que el de 2024, las necesidades de recomposición de estos precios serán menores.
Por el lado cambiario, los interrogantes son un poco mayores. Luego de un 2024 con reapertura de la cuenta de capital privada -es decir, del sector privado como aportante de divisas por endeudamiento-, el 2025 es algo más desafiante. Por un lado, porque la diferencia entre exportaciones e importaciones de bienes y servicios pasaría de positiva a negativa, dejando a la economía real como demandante de dólares en lugar de oferente. Por el otro, porque los vencimientos de deuda en moneda extranjera del sector público y privado suman USD 20.000 millones.
Una parte de estas obligaciones será cubierta con nuevo financiamiento a empresas, que podría llegar a USD 20.000 millones conforme a nuestras estimaciones (en 2024, este número alcanzó USD 10.000 millones), pero que no lograría financiar la cuenta corriente. Por lo tanto, sería necesario una fuente extra de crédito, que podrían ser los fondos frescos del FMI o algún tipo de endeudamiento del sector público con el privado.
Luego de la corrección fiscal, que atenuó ciertas presiones inflacionarias, la moderación de los precios se ancló en factores de costos en los últimos meses. Así, el quiebre de la inercia es acotado: en tanto el dólar o las tarifas se aceleren, la suba de precios le seguirá el paso.