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SÁBADO 12 DE JULIO DE 2025

FINANZAS

El dilema del déficit de cuenta corriente: sin dólares no hay estabilidad

El superávit fiscal no alcanza para garantizar la estabilidad cambiaria. El gobierno enfrenta un desafío clave: cómo financiar un déficit externo creciente sin acceso fluido al crédito ni reservas suficientes.

01/07/2025
Dolar3

En los últimos años, Argentina ha vuelto a enfrentar un viejo problema: el déficit de cuenta corriente. Este indicador refleja la diferencia entre lo que el país vende y lo que compra al resto del mundo, en bienes, servicios, intereses de deuda y remisión de utilidades. Cuando esa diferencia es negativa, alguien tiene que poner los dólares que faltan. 

Según un informe reciente de la Gerencia de Estudios Económicos de Banco Provincia, Argentina registró déficit de cuenta corriente en ocho de los últimos quince años. En cada caso, el financiamiento vino por vías distintas: entre 2013 y 2015, con inversiones extranjeras y ventas de reservas del Banco Central; entre 2016 y 2018, con endeudamiento externo del sector público, primero con privados y luego con el FMI; en 2023, nuevamente con reservas; y en 2025, con un nuevo préstamo del Fondo. 

Para entender cómo se cubre ese déficit, es clave conocer qué es la cuenta capital. Ésta refleja los movimientos de dinero que entran o salen del país por inversiones, préstamos o financiamiento externo. Si la cuenta corriente está en rojo, la cuenta capital debe estar en verde para compensar: es decir, deben entrar dólares por vía financiera para atenuar el desequilibrio de la economía real. Desde 2018, la principal y casi única fuente de esos dólares ha sido el FMI, y hacia adelante ese canal parece agotado -la Argentina explica 1 de cada 2 dólares que se le deben al Fondo-. 

A esto, se suma que los pagos de deuda en moneda extranjera se intensifican durante los próximos años, agravando la salida de divisas. El país no solo necesitará dólares para cubrir su déficit de cuenta corriente, sino también para los vencimientos financieros. 

En este contexto, el superávit fiscal es importante. Por un lado, cuando el Estado gasta menos de lo que recauda, hay menos dinero circulando en la economía, reduciendo el consumo y la necesidad de importar bienes y servicios. Dicho de otra forma, al enfriar un poco la economía, se reduce la presión sobre el dólar. 

Por otro lado, el superávit también evita que el Estado tenga que financiarse emitiendo pesos. Si no hay emisión para cubrir el déficit, la cantidad de dinero en la economía se mantiene más estable. Esto ayuda a controlar la inflación y reduce la demanda de dólares como refugio, lo que también contribuye a la estabilidad cambiaria. 

Sin embargo, la realidad es más compleja.  Luego de más de un año de superávit fiscal, el riesgo país sigue en niveles muy altos: alrededor de 700 puntos básicos, el triple que el promedio regional. Esto indica que los mercados aún no confían en la sostenibilidad externa del modelo argentino. 

Además, la apreciación del tipo de cambio complica el panorama: abarata las importaciones, presiona sobre las reservas y tensa la relación entre pesos y dólares. Como resultado, el orden fiscal se ve amenazado por desequilibrios externos que se agravan. 

En definitiva, el rojo de cuenta corriente no es un problema en tanto haya dólares para financiarlo. Sin embargo, en esta Argentina, sin acceso al crédito y pocas reservas, el dilema se vuelve más relevante: sin dólares, el superávit fiscal no garantiza la estabilidad cambiaria. 

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