menú lateral desplegable, en la esquina superior izquierda de la pantalla
VIERNES 11 DE JULIO DE 2025

Análisis de la Gerencia de Estudios Económicos para Provincia Pymes

El año de Milei: cae la economía, cae la inflación, ¿algo rebotará en 2025?

La baja de la inflación podría ser socia de la recuperación del nivel de actividad en 2025. Pero para que ambos objetivos se materialicen, será fundamental que el dólar calmo de los últimos meses no se quiebre.

17/12/2024
ProvinciaPymeEconomia

En el período que va de agosto de 2023 a septiembre de 2024, último dato disponible, la economía cayó -3%. Es una retracción menor a que se registró entre abril 2018 y diciembre 2019 (-4,5%), pero superior a la otras devaluaciones anteriores: 2016 (-2,1%) y 2014 (-2,5%). En paralelo, la inflación también retrocedió este año, de un 12,5% mensual en la segunda mitad del 2023 y 25% en diciembre, a menos de 2,5% en noviembre pasado.

De este modo, tenemos dos dinámicas a priori contrapuestas: una economía real que cede, pero variables nominales que se estabilizan. Mientras que la primera trayectoria no es deseable, la segunda sí: en ausencia de otras restricciones, lo ideal es que crezca la producción y los precios “no se muevan”.

¿Cómo seguirá esta secuencia en 2025? En primer lugar, vale destacar que la relación demanda/inflación en la economía argentina viene algo rota en el último tiempo. Los meses de menor nivel de actividad de 2024 no se condicen con los de menor suba de precios: en abril estuvo el piso del EMAE (Estimador Mensual de Actividad Económica) y la inflación fue de 8,8%. En contraste, el pico de actividad fue en agosto (+4,3% respecto de abril), cuando la inflación estuvo apenas por encima del 4% mensual.

“El exceso de demanda” no parece ser un factor determinante para la velocidad de la suba de precios. Por el contrario, entendemos que en nuestro país la inflación obedece más a factores de oferta: los movimientos cambiarios y su impacto en los costos, más la “inercia” (precios que suben porque otros subieron antes) parecieran ser las variables más significativas. Por ende, si el tipo de cambio no se acelera y las actualizaciones tarifarias siguen posponiéndose, los principales drivers inflacionarios podrían seguir relajándose, incluso en un escenario de eventual rebote de la actividad -ya veremos esto-.

Los canales a través de los cuales la baja de la inflación puede reactivar la demanda pueden diferenciarse entre aquellos de mediano plazo, más asociados a la inversión y el consumo en cuotas, y aquellos de corto plazo, vinculados a un poder adquisitivo que se recupera. Los primeros parecen algo más acotados en la actualidad, producto de una inversión más traccionada por factores exógenos -desarrollo de Vaca Muerta, por ejemplo- y un crédito al consumo poco significativo en términos de PIB. En contraste, el segundo viene siendo algo más relevante: en los últimos meses, la inflación viene quedando por debajo de las expectativas, empujando al poder de compra de quienes actualizaron sus ingresos en base a una mayor inflación esperada.

Por lo tanto, las posibilidades de que la baja de la inflación sea “reactivante” durante el año próximo dependerán, en buena medida, de que su desaceleración sea mayor que la esperada. En otras palabras, que las pautas de aumento de las negociaciones salariales superen a los aumentos de precios efectivos.

En este sentido, las proyecciones de inflación para la primera parte del 2025 se ubican en torno del 2,5% mensual. Si la nominalidad siguiera bajando, el poder adquisitivo podría recuperarse e impactar positivamente en el consumo. Para que esto ocurra será fundamental que el tipo de cambio no se acelere, que la baja esperada en la tasa de devaluación de 2 a 1% mensual se verifique y que los aumentos de tarifas queden en línea con lo pautado.

Por el lado de la actividad los números son más concluyentes: entre abril y septiembre, la economía creció 4%, de modo que ya solo por cuestiones estadísticas quedaría en terreno positivo en 2025: el cierre de 2024 estará por encima de su promedio (+1,7% con datos a septiembre). La pregunta relevante es si también habrá una mejora respecto de la última parte de este año. Para eso, tiene sentido desagregar la demanda entre sus principales factores: consumo privado y consumo público, inversión y exportaciones.

De atrás para adelante, pensamos que las exportaciones podrían impactar positivamente en el PIB en 2025, impulsadas por energía. No obstante, no alcanzarían para cambiar significativamente la ecuación general. En el caso de la inversión el escenario es similar, aunque con un matiz relevante: en un contexto de obra pública paralizada y apreciación cambiaria, las perspectivas de la construcción son moderadas. La inversión, entonces, no sería un driver.

Como consecuencia del “ajuste más grande de la historia”, el consumo público tampoco sería un motor. Recae así todo el peso en el consumo privado, explicado en gran medida por la masa salarial. En un escenario de mejora del poder adquisitivo y aumento de los puestos de trabajo, las ventas crecerían. En caso contrario, será muy difícil el repunte. Como se mencionó antes, la viabilidad de este desenlace depende, en buena medida, de que la baja de la inflación sea mayor que la anticipada.

En síntesis, la baja de la inflación podría ser socia de la recuperación del nivel de actividad en 2025. Pero para que ambos objetivos se materialicen, será fundamental que el dólar calmo de los últimos meses no se quiebre. Metas alineadas, ¿oferta de divisas también?

notifications