En febrero, el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) de INDEC creció 0,8% mensual, igualando los niveles de junio 2022, pico de 2020-2023. Sin embargo, en marzo, la industria y la construcción cayeron más de 4%, a la vez que el salario real de los trabajadores formales retrocedió 0,8% según los datos del organismo público. Así, la oferta y la demanda se habrían resentido en marzo, y el tercer mes del año habría cerrado en rojo.
En abril, los primeros indicadores son algo más promisorios: la producción automotriz y la construcción arrojan números positivos, al igual que los patentamientos. Asimismo, una inflación que quedó significativamente por debajo de lo esperado.
Entre febrero y abril, la economía habría encadenado un mes de crecimiento y otro de caída, y la recuperación no logra consolidarse. Los salarios muestran una dinámica dispar entre bienes y servicios: mientras que medidos en términos de los primeros saltaron casi 10% respecto de noviembre 2023, medidos en relación con los segundos cayeron más de 18% en igual período.
Considerando que los servicios públicos subieron por encima de los privados -luz, gas y agua subieron más que restaurantes, hoteles, teatros o cines-, la parte inelástica del gasto de las familias ganó terreno, impidiendo que ciertas mejoras del poder adquisitivo se trasladen a la demanda interna.
Hacia adelante, la estabilidad cambiaria será condición necesaria para garantizar el crecimiento, pero no suficiente: la producción industrial deberá dejar de caer -se encuentra 10,5% por debajo de la media 2021-2023, según los datos de INDEC- y la construcción empezar a acompañar para consolidar una reactivación que se volvió tan errática como heterogénea.